- William Steinwascher
- E-consulta.com
Una de las principales
debilidades que afrontan los pequeños y medianos empresarios es mezclar sus
finanzas personales con las finanzas de sus negocios, y cada día de una manera
más compleja haciendo confusa la diferencia entre ambas, lo que eventualmente
generará problemas de salud financiera en los entornos personales, familiares y
empresariales. Si bien es cierto, los emprendedores encuentran viable y
rentable financiar sus emprendimientos con su propia capacidad crediticia, con
el tiempo estas ventajas se van convirtiendo en desventajas cada vez más
problemáticas.
Es indudable que ningún emprendedor puede iniciar
un negocio sin haber aportado recursos propios. La venta de artículos
personales (tales como relojes, colecciones, autos, etc.) así como el
financiamiento vía créditos personales (tarjetas de crédito y préstamos
personales como los de nómina, automotrices e hipotecarios) permiten a los
emprendedores adquirir recursos y capital de trabajo necesarios para el inicio
de sus operaciones. Estas formas de endeudamiento personal que realizan los
emprendedores es buena y apropiada sólo si se usa para el arranque de su
negocio, más no para sus operaciones cotidianas. Contablemente, estos esfuerzos
iníciales constituirán el capital aportado por el emprendedor como accionista
del negocio, y conforme la empresa vaya generando utilidades servirán para
retribuir al emprendedor y este pueda pagar las deudas como justificar los
ingresos que solventaron estos gastos.
Uno de los principales dilemas que enfrentan las
pequeñas y medianas empresas, familiares o no, es la formalidad de sus
actividades. La formalidad en una pequeña y mediana empresa en apariencia es
demasiado desventajosa, esto principalmente porque hay que pagar
impuestos y tener personal administrativo para el control de las transacciones
que afecta negativamente a la competitividad del precio de los productos y
servicios. Muchas veces la informalidad resuelve el problema de la
competitividad de los emprendimientos, especialmente porque se puede comprar y
vender sin impuestos y sin tanto personal. Sin embargo, dejar de facturar
impide determinar el verdadero volumen de transacciones de la compañía, esto
es, saber cuánto vende realmente, en dinero como en unidades, así como el
porcentaje de sus ventas al crédito como de sus ventas al contado, y mucho
menos la duración de sus plazos de cobranza. Tampoco permite determinar cuáles
son los costos y gastos reales de la empresa, lo que hace imposible conocer las
utilidades reales de la compañía y su capacidad de pagar dividendos. Para
muchos empresarios esta información es innecesaria, ya que con saber cuánto es
su margen de compra/venta o qué tanto dinero ingresa diariamente a si negocio
es suficiente.
Lo expresado en el párrafo anterior es una realidad
que pueden enfrentar muchos empresarios individuales o familiares durante años
y no experimentar inconveniente alguno. Estas dificultades las encuentran
cuando por alguna presión personal, familiar o empresarial el empresario
necesita incrementar sus ventas, recurrir a mayores compras de insumos o
materiales, aumentar el porcentaje de ventas que hace a crédito, ampliar su
capacidad productiva, instalar nuevas ubicaciones de ventas o renovar su equipo
obsoleto, en donde deberá recurrir a proveedores de fondos para financiar
grandes y ocasionales requerimientos de capital. En este momento el empresario
tratará de financiar este crecimiento con créditos de instituciones
financieras, pero ante los requerimientos de información financiera de su
empresa no tendrá registros, actividad o historial comercial suficiente para
que la evaluación crediticia lo apruebe. Ante esta situación, no quedará le
quedará al empresario más solución que realizar la operación con créditos
personales o aportar una propiedad personal como garantía del crédito
empresarial. El inconveniente de utilidad créditos personales es que el costo
financiero (intereses más gastos administrativos) no podrán ser deducibles de
impuestos aumentando el costo de la operación para la empresa por un lado, y
quedarán como activos a nombre del empresario por otro, lejos de la empresa
familiar.
Otra práctica en la que los empresarios pueden
financiar situaciones anómalas o estacionales es a través de las tarjetas de
crédito. Estas transacciones brindan acceso crediticio a los empresarios para
el pago de insumos o liquidez para el pago de gastos inmediatos. El costo es
mucho más alto, pero les permiten salir adelante en alguna contingencia. Sin
embargo queda sujeta a la evaluación subjetiva del empresario, es decir, que el
período de contingencia sea mucho más largo de lo que estimó y el pago de los
compromisos financieras asfixie la capacidad financiera del empresario o
aumente exageradamente el costo del financiamiento. La informalidad también
genera un comportamiento opuesto, que es que la empresa pague los gastos
personales de los empresarios, así como el de sus dependientes. Si bien es
cierto, la mayoría de estos gastos no son deducibles por las empresas, pero
serán considerados como dividendos a pagarse por la empresa, aunque la empresa
haya tenido ganancias o no.
Toda empresa, familiar o no, debe tener la
propiedad de los activos que permiten su actividad productiva, o al menos ser
la que tenga los derechos de explotación de esos activos a través de contratos
de arrendamiento. Cuando los empresarios adquieren los activos de manera
personal y retienen su propiedad lo que hacen es que la empresa debilite su capital
social y su capacidad de endeudamiento. En el largo plazo, esto es mortal para
la sucesión de toda empresa familiar porque la empresa y sus activos se
distribuirán de manera independiente bajo procesos legales diferentes, los que
generarían que herederos ajenos a la empresa familiar tengan la capacidad de
privarla de los activos que requiere para su operación normal, dificultando la
dirección y el control del sucesor en la empresa familiar.
· Nota: En los
dos siguientes párrafos el autor hace referencia a aspectos de tipo tributario
aplicables en México a partir del 2014.